Del Señor Himalaya
- Hernando
- 17 ene 2020
- 2 Min. de lectura
2 de enero de 2010
Parte 1 de 2
Muchos de vosotros tenéis encarnaciones físicas hace miles de años — de hecho tantas que no podríais recordarlas. En el Silencio, cuando entráis en meditación, súbitamente todas esas encarnaciones y toda sensación de falta de flujo se disipan a punto de prácticamente desaparecer de la consciencia. Porque entráis en un Reino donde sólo existe la gran presión de Dios, que os lleva a una dimensión que antes parecía fuera de vuestro alcance. Por eso, vuestra consciencia regresa con frecuencia a ese lugar, esperando encontrar allí exactamente el mismo clima y la misma atmósfera. Pero Yo, Himalaya, estoy aquí para deciros que, tan pronto os acostumbráis a la rutina de un determinado nivel, sois arrojados hacia nuevas iniciaciones y ciclos para que aprendáis (algo nuevo), para que no tengáis un descanso excesivamente largo a la orilla del riachuelo de monotonía de vuestra vida. Quizás no os parezca justo, pero de hecho así debe ser. Porque todo lo que es Vida está en constante movimiento, en aceleración o desaceleración, pero nunca (permanece) en el mismo estado del ser, en una uniformidad estancada.
¡Oh, sí! Se os permite un tiempo para recobrar el aliento, para que tengáis la fuerza y energía para escalar (la montaña). Aun así, no esperéis demasiado para empezar a dar el paso siguiente, para abrazar la próxima oportunidad, porque la Voluntad de Dios desea que abráis la consciencia a las posibilidades de todo bajo el Sol. Y en realidad, ¿no será esa la razón por la que fuisteis atraídos a este Cónclave y Viaje al Gran Sol Central? ¿No previsteis lo que pasaría? Los cambios que experimentaríais? ¿La Llama renovada, resucitada, recorriendo vuestros vehículos y permitiendo que estos trascendieran la monotonía de vuestra vida?
¿A cuántos de vosotros no he visto Yo llegar a un punto determinado de su jornada y comentar a sí mismos: “Ahora bien, ya he llegado lo suficientemente lejos en esta encarnación. Basta ahora con seguir haciendo un mínimo de esfuerzo hasta la próxima vida, porque seguramente no habré conseguido (acumular) suficiente Luz en mis vehículos para hacer mi Ascensión. Aun puedo recordar tal y tal karma, inclusive de la presente encarnación. ¿Será que realmente he invocado suficiente Luz de Dios para transmutarlos y pagar esa deuda a la vida? Y así, ellos se quedan esperando la hora final en la que la Presencia les anunciará que ha llegado el momento.
¿Creéis que vais a lograr la Ascensión en vuestra próxima vida si al reencarnar adoptáis la misma actitud en la vida? Si no hay suficiente Presencia de Dios (manifestada) como una presión de Luz que atraviesa vuestro ser en la fase final de esta encarnación, ¿qué garantía tenéis de que lo vais a recordar la próxima vez? ¿Será que lograréis incluso llegar al Altar de los Maestros Ascendidos? ¿O, por el contrario, que vais a quedar enredados en el malestar mental y emocional que desfila por el mundo a vuestro alrededor? (...)
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