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Amada Portia: “PODÉIS HACER LA DIFERENCIA: ¡ES TIEMPO!” (2)

AMADA PORTIA, DIOSA DE LA JUSTICIA

Llama Gemela de Saint Germain. Miembro del Consejo del Karma.

24 de octubre de 2010 (Parte 2 de 4)


“PODÉIS HACER LA DIFERENCIA: ¡ES TIEMPO!” (2)


(…) Algunos creen que les toca ser fanáticos en su vida espiritual. Propongo lo siguiente: Sopesad vuestra vida en la Balanza de la Justicia — esa Justicia entre vosotros y vuestra Magna Presencia YO SOY — y haced un inventario de la Verdad de la Ley Cósmica que ya es evidente en vuestra vida, comparándolo con lo que está fuera de sintonía con esa Verdad y con todas las Cualidades Divinas y las Virtudes del Cristo que habéis aprendido a reconocer como la Verdad de la Ley Cósmica. Obtendréis, así, mayor claridad sobre la dirección exacta que debéis imprimir a vuestro ejercicio — los Llamados que debéis hacer en vuestras devociones, las acciones que debéis emprender, las áreas de la vida que os debéis permitir absorber en vuestra consciencia.


Así es, benditos corazones, como cambiáis el poder de destrucción de las emociones humanas, la onda humana que quisiera destruir todo lo que es bueno en vuestra vida si se le diera la oportunidad. ¿Y qué (decir) de la consciencia humana que pretende insertar en vuestra mente esos pensamientos impuros que se convierten en realidades en vuestra vida? Sí, porque no podéis subestimar las alquimias de visualización que os han sido enseñadas y el poder inherente a la mente para controlar vuestras acciones y vuestras emociones.

Por eso, benditos corazones, empezáis primero y principalmente con las Oraciones, Decretos, las Afirmaciones que valorizan la vida que vuestra Presencia desea fomentar con la Consciencia Corporal de su propia pura Perfección, desalojando todo lo que difiere de ella y terminando de prepararos para definir vuestro rumbo, transmutar las condiciones humanas, alistaros para el sabio discernimiento.


No podéis, ni por un solo instante, huir de una plena participación en esta vida, a menos que vuestra propia Presencia Divina decida llamaros a casa para descansar durante un tiempo y, después, comenzar otra vez con una nueva encarnación. Tal decisión debe siempre ser y seguir siendo tomada según el criterio de vuestra Magna Presencia personal, que no debe ser confundida con una mente externa enfermiza. La saturación de los vehículos de la consciencia — la mente, las emociones, el cuerpo físico — puede con frecuencia hacer que se enfermen por las impurezas de la vida, y sus voces no merecen confianza. ¡Debéis permitir que vuestra ruta sea trazada por la Perfección de la Mente de Dios! Y conocéis esa Perfección cuando dedicáis tiempo suficiente a las devociones a esa Presencia YO SOY, cuando venís a este Altar y recibís la Taza de Luz, la Llama de la Sabiduría, la unción de la Luz de Dios que pretende limpiar y bendecir a toda la humanidad.


¿Será (pedir)demasiado que cualquier Hijo o Hija de Dios aproveche (la oportunidad) cuando el resultado final es tan formidable? ¡Oh, es cierto que algunos seres humanos quisieran ignorar la Justicia que la vida impone entre cada encarnación! Sin embargo, nadie puede esquivarse a pagar el precio, que es saldar sus deudas con la vida.


Habéis aprendido a invocar la Ley del Perdón. Habéis aprendido que vuestra propia Presencia Divina — para no hablar en el todo de Dios en todo el Amor que es Dios — os perdona, os bendice y quisiera sanaros. Pero necesitáis entrar en sintonía con vuestra Presencia Divina personal. Necesitáis conocer la Verdad de quiénes sois. No necesitáis esperar a que el Consejo del Karma se fije en vuestras circunstancias. Ya (las) conocéis. Tenéis, si habéis escuchado las Enseñanzas (dadas) desde este Altar, todo lo que os hace falta para responder, no sólo a las circunstancias de vuestra propia vida, sino también a las que afectan el cuadro general de la vida a vuestro alrededor. Por eso he empezado mi Mensaje insistiendo en que necesitáis poseer la facultad de discernimiento de la Sabiduría, la cual emana de la Llama de la Iluminación que arde esplendorosamente para orientar, proteger y dirigir todos vuestros asuntos, muy especialmente aquellos que os permiten ser parte de la solución para los males y la enfermedad de la humanidad.


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